sábado, 29 de diciembre de 2012

Piezas y engranajes

Y por primera vez he dudado.

Por primera vez me ha asustado esa posibilidad. 
Por primera vez he temido que se haga real.
Por primera vez he temido al futuro: 
he temido nuestro final

martes, 4 de diciembre de 2012

Defensas

Es la rabia que prende en mi pecho, como un incendio descontrolado o un caballo desbocado. Es la máscara inexpresiva anclándose en mi rostro, justo un segundo después de percibir peligro. Es el escudo de acero alzándose contra el enemigo al notar el mínimo impacto. Es la mano que aparta la lanza y la otra que golpea tu cara. 
¡Atrás! gritan mis ojos, que arden en un pequeño instante, como la chispa del mechero que no lo prende, pero que está lista para encenderlo. Atrás, no te atrevas a seguir. No te acerques más, te lo advierto. No sigas por ese camino o no me volverás a ver en él.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Al cerrar los ojos

A veces lo necesito, lo busco. Me alejo de las personas y me aíslo en un rincón silencioso, sin voces y sin huellas. Y al cerrar los ojos me encuentro en la cima de un faro de grande cristalera, blanco, y con un tejado morado como cielo de un día que muere sobre el océano.
Y allí me encuentro, completamente sola, inspirando con lentitud el olor a sal. Escuchando el arrullo del agua que me canta y contemplando la trayectoria del sol y de las estrellas.
Pero cada vez que voy a ese faro la luz está apagada. Es lo que más agradezco de aquel lugar. Es el faro apagado, la apagada necesidad. 
Es la tranquila soledad.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Dientes y garras

Tumbado en la cama con las manos bajo la cabeza la miré. Tenía el cuerpo oculto entre las sábanas y el pelo revuelto. Me miraba con aquellos ojos salvajes, con aquella mirada de loba que acecha. Aquellos ojos que brillaban de hambre y de pena. Aquella mirada que estremece y que provocó que saltara la trinchera y acabara con la distancia que nos separaba.
Pronto las sábanas caían al suelo y nosotros volvíamos a comenzar nuestra lucha encarnizada.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Invierno

Ayer me acosté con miedo y ese miedo sigue hoy comiéndome las entrañas. Es un miedo frío y lento, como una voz pastosa que intenta gritar sin poder emitir sonido.
Temo que la emoción no brille ya en tus ojos y me aterra la idea de que yo me haya convertido en una pequeña parte de tu rutina. Y aunque llegar a ser tu rutina sigue siendo uno de los deseos que más imploro me aterra no destacar en ella. Me aterra que tus ojos tan solo se fijen en mi unos segundos antes de volver a desviar tu atención, pero sobre todo me entristece pensar que pueda no llenarte de luz tu vida como lo hice en un principio.

Me entristece pensar que ese día llegará,
pero me mata creer que ya haya llegado.

lunes, 15 de octubre de 2012

Verde podrido


Caminaba por la calle atravesando la noche y a las personas, como un ánima. Nada le llamaba la atención a su alrededor, ya no. Caminaba mirando al suelo gris.
De repente se detuvo, el camino se había acabado. Miró por primera vez para saber dónde estaba. Estaba en la cima de una pequeña colina. Frente a ella se extendía ante su mirada una inmensa llanura llena de cosas: las casas donde había vivido y la casa donde aún vivía; las personas con las que había estado y aquellas a las que todavía veía; los lugares donde había estudiado y donde aún estudiaba; también estaban los caminos que había recorrido, pero no conseguía ver el que tenía que recorrer, o no quería verlo.
Volvió sobre sus pasos y deshizo el camino caminado. La gente la miraba y ella les devolvía una mirada cargada –cargada de cansancio y apatía- con aquellos ojos que antes eran marrones y ahora eran verdes oscuros, como podridos, como una planta a quien alguien ha regado demasiado con lágrimas.

jueves, 4 de octubre de 2012

Aire

Y, hasta que vuelvas, me plantaré en la tierra y cavaré hondo para que no me lleve el aire.
Porque cuando estás conmigo haces del mundo un lugar fácil y ligero
y si te vas me dejas flotando en el viento.
Y volando allá donde me lleve el aire tengo miedo de alejarme y perderme
y de naufragar en una isla donde no pueda encontrarme.
Una isla donde pasaría las horas escudriñando el reflejo del agua por si mi lado a te veo
y escalando a los árboles y saltando, por si el viento me lleva de nuevo escuchando mi deseo.

Y, hasta que vuelvas, me plantaré en la tierra y cavaré hondo para que no me lleve el aire.
Y allí me quedaría, para esperarte y no volarme.
Y si mis hojas se marchitan y comienzo a agrietarme,
Y si mi corazón sigue intentando echar raíces
me haré un ovillo y soñaré contigo mientras aguardo
a que tus ojos me vean y tus besos me rieguen
y tu sonrisa despierte de nuevo mi primavera y tus caricias me curen.

martes, 18 de septiembre de 2012

Aguas negras

El barco surcaba las aguas negras y rompía el reflejo de la luna de la superficie. En la cubierta ella, arropada y abrazada por la tela de su chaqueta, observaba las parpadeantes luces de la ciudad, ya lejana.
La puerta a sus espaldas se abrió silenciosa. Él se aproximó a ella y sus brazos rodearon su espalda. Los labios color carmín de ella sonrieron de forma secreta, pues en aquella noche guardaba un secreto con aquella luna vieja.
Un secreto y una promesa llevados el viento de la noche.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Quimera

A través de la fotografía, la observaba desde lo alto. Los lunares de sus hombros formaban pequeñas constelaciones de estrellas en su piel morena. Sus ojos canelas eran surcados por espesas pestañas negras como nubes que rozan dos lunas. Sus delgadas orejas casi eran tapadas por los mechones de cabello que navegaban por su espalda descubierta. Su cabello, sus ojos y su piel se iluminaban con la luz de aquel instante del pasado. 
Las manos del joven sostenían aquella vieja fotografía, y sus ojos, tan distintos de los de aquella mujer, recorrían cada detalle. Había algo, pensaba. Aquella mujer tenía algo que no era capaz de llegar a comprender. Y, aunque se lamentaba con la certeza de que nunca llegaría a averiguarlo, bebía de cada una de las miradas que compartían. Pasaba las horas encerrado en su cuarto sintiendo como anidaban mariposas en su estómago cuando ella le miraba como nunca nadie lo había hecho.

lunes, 20 de agosto de 2012

Relato de un fantasma

Hoy quería rescatar este texto que escribí hace tiempo en otro blog. 
Siempre le tuve un cariño especial y quería recordarlo:

Ella permanecía quieta en el aire. Sabía que el viento agitaba todo a su alrededor, pero en realidad todo estaba muy quieto. En aquel lugar todo estaba quieto, incluso cuando se movían en aquella bruma sin color.
A veces recorría las calles de lo que antes fue para Ella una agitada ciudad, aunque quizás ahora fuera diferente, no tenía forma de saberlo. Notaba cómo más de Ellos pasaban a su lado, sin prestarle atención. Tampoco es que le importara. Ellos iban vagando al igual que Ella.
Volaba sobre las aceras sorteando a los Otros que caminaban por las calles. La única forma de distinguir a las formas de Ellos de la de los Otros es por su actitud. No podía escuchar qué decían los Otros, en aquel lugar estaba todo callado. Tampoco podía distinguir sus rostros. En aquel lugar nadie tenía rostro. Los Otros caminaban siempre con prisas de un lado para otro, cruzando las calles corriendo entre el tráfico. Y si se detenían o si comenzaban a andar de nuevo, era siempre por un propósito. Ellos no tenían nada que hacer, nunca hacían nada. Solo vagaban. Sorteaban y vagaban.

-Me gustaría poder sentir el viento- dijo uno de Ellos en algún momento, quizás hablando consigo mismo. Ella se detuvo un instante, dejándose mecer por la espesa bruma.
Silencio...
-Quierría volver a oler algo, quizás un jazmín el flor, o quizás la comida antes de llevármela a la boca. Querría comer algo de nuevo- comentó otro de Ellos casi para sí mismo.
Silencio...
-Me gustaría mirar a alguien a los ojos. Unos ojos verdes, vivos. Recuerdo unos ojos verdes, pero no se a quién pertenecían. Ya no recuerdo nombres...- señaló otro.
Silencio...
-Colores... echo de menos los colores- susurró otro.
Silencio...
-Lo que más echo yo de menos- dijo Ella hablándole a nadie en concreto- es el sonido de los latidos de un corazón.
Se balanceó sobre sí misma un rato. Puede que fuera mucho, puede que fuera poco. Quizás pensando en algo, quizás sin pensar en nada. Quizás alguien más estuviera hablando, Ella no se enteró de nada.
Silencio...
Volaba de nuevo sobre las aceras sorteando a los Otros que se caminaban por las calles.
Notaba cómo más de Ellos pasaban a su lado, sin prestarle atención. Tampoco es que le importara. Ellos iban vagando al igual que Ella.
Solo vagaban... sorteaban y vagaban.

La mujer salvaje

Es ella. La que nunca fue domada. La que camina y te mira, atravesándote con sus ojos oscuros llenos de fuerza. Sus pies no dudan. Si tiene miedo, no le asusta mostrarlo. Si siente ira, la libera. Cuando llega, si ella quiere, todos callan. Si hay música, ella le da ritmo y si ella quiere, la música para.


Inspirado en Sara Baras (La Pepa)

miércoles, 20 de junio de 2012

El hombre que ignoraba demasiado

Desde su trono de hielo contempla la ventisca a través de la ventana.
Con sus helados ojos observa atentamente el mundo exterior.
En sus aposentos, la chimenea cultiva ceniza;
las velas se consumen sin apenas cera.
Allí acumula sus tesoros: objetos brillantes, extraños;
muy antiguos o muy nuevos; recuerdos de sus conquistas, 

palabras de amor de extrañas en papeles agrietados.
Los libros y más libros, alimentados con polvo y con su mirada atenta,
son estudiados por el hombre que ignoraba demasiado.
Escudriña en ellos en busca de sabiduría para entender lo que afuera crece.
Se cree las palabras que se traga con sus ojos de hielo
sin más pruebas que la tinta sobre el pergamino.
Hombre ignorante sin saberlo,
creyendo que comprendía todos los misterios del universo.
Por ello, todas sus decisiones debían de ser las correctas,
pues no habría nadie más culto en todos los temas. 

Y, aunque se equivocaba, nunca llegaría a ser consciente de ello. 
Había olvidado aprender de la vida, 
olvidando cómo se vive, si es que aquello existía.
Olvidando cometer errores, pues nunca se atrevía.
Era el Rey de las oportunidades perdidas,
pues era, además, el hombre que nunca había amado, aunque sí había sido amado.

Y mientras él miraba con desdén a los aldeanos,
que eran gobernados por la vida, ellos le temían,
pues no comprendían cómo un hombre podía parecer tan poco humano.
Era el hombre que ignoraba demasiado.

martes, 12 de junio de 2012

Nuestra propia Roma

A veces un imperio no cae 
a manos de invasores enmascarados
 que escalan sus murallas 
o a causa de fuegos que se extienden 
o de inundaciones crecientes. 
A veces se muere por dentro.

Y así murió nuestro propio Imperio: no hubo guerra, no hubo inundaciones ni llamas que nos quemaran vivos mientras todavía perdurábamos. 
Nos moríamos poco a poco de hambre, marcando más y más las costillas contra la pálida piel. Nos apretábamos el cinturón para sostener las apariencias. Nos engañamos insistiendo en que nuestra enfermedad no nos roía los huesos, pero en realidad nos consumimos con el tiempo, con cada respirar. 
Fue la inestabilidad de nuestro gobierno, nada de presión externa, sino el descontento del pueblo.
Fueron siglos de debilidad y agonía, o eso me lo parecieron.
Fue la caída de nuestro Imperio Romano.

martes, 29 de mayo de 2012

Exigencias

Algunas personas siguen creyendo que las flores crecen por sí solas. Otras incluso insisten cada día para que éstas formen más y más hermosos pétalos, de vivos colores y redondeadas formas. Insisten  incluso cuando la planta decide escavar hondo y tragar tierra para encontrar el agua que necesita.

Años después, creo yo, la planta estará tan resquebrajada que se partirá con la primera tormenta de verano y no sobrevivirá al próximo invierno.
Lo hermoso de esta historia será verla resurgir de aquellas raíces que, aun así, decidió formar. Como la hierba que nace de la capa de nieve, como la vida que reaparece con cada primavera.

jueves, 24 de mayo de 2012

Acecho

Es... como una burbuja brillante en la que los colores se pierden los unos en los otros. Todos quedan deslumbrados por ella. Por su vuelo independiente, por su apariencia salvaje y su indomable carácter que, al herirles con sus frías e inesperadas puñaladas, les atrae todavía más a ella.
Es una falsa ilusión, en la que los extraños caen en la trampa al ver a los atrapados. Asombrados por la fascinación que sienten por ella, la miran y ven una fascinante mentira. Pero lo peor es que se la creen sin haberla formado ellos mismos. Y así, más y más peces caen en la red de agujeros suficientemente grandes para que escapen por ellos, pero suficientemente engañosos como para que no sean conscientes de ello.

lunes, 14 de mayo de 2012

Llueve, Lluvia

Sólo quiero volver a casa a llorar a mi piano. Que él me escuche y me consuele, y que luego me cante hasta que me quede dormida.

Ya es demasiado tarde para quererte, a ti, tus disculpas o tu cambio.
Que llueva, que llueva tanto que nazca un río entre nosotros. Rápido y fuerte. Tan profundo que no puedas cruzarlo. Tan aterrador que me de miedo mirar hacia atrás.

Tan sencillo como suena esto. 
Pero la realidad no es así de fácil ni nuestra melodía tan clara.

Y tú, extranjero. No me preguntes, no me consueles. No quiero nada. Déjame un tiempo.
Lluvia, llueve.

domingo, 13 de mayo de 2012

¿?

Míranos, ¿es que no nos ves?
Escúchanos, siéntelo.
Sin ser consciente te quedas mirando esa foto en la que nos miramos el uno al otro, profundamente, de alma a alma. ¿Recuerdas cómo te sentías en ese instante?
Rescátalo, saboréanos. Somos el olor a verano. Somos la primera lluvia de primavera. Somos la marea que rasga las rocas. Somos esa fuerza que pararía el tiempo. Somos la brisa que juega entre nuestras manos. Somos el sabor de la sal en los labios y la caricia de la hierba sobre la que nos recostamos. Somos las estrellas a las que admiramos.
Somos las horas del mar, que no acaban, que giran y giran, sin gastarse.


You're -only- in my head...

lunes, 30 de abril de 2012

Raíles / III.

Estaba de pie en un pasillo vacío del tren, un pequeño y estrecho espacio que comunicaba dos de los vagones principales. Sus ojos recorrían rápidos el paisaje, revoloteando por todos los rincones que se extendían más allá de las ventanas. De repente, una colina cortada apareció, ocultándole la vista. Ella atravesó sus arcillosas entrañas con una mirada de reproche. Por fin, el paisaje renació: largos prados de color ocre y esmeralda, algunos de los cuales tenían la suerte de crecer salvajes y con hermoso desorden; y, en la lejanía, la silueta de una cordillera de montañas contrastaba con la plata del cielo propia de esas horas en las que el Sol ya se había ocultado pero su luz aún pertenece. Unas espesas nubes se suspendían sobre la silueta azulada de las montañas en el contraluz de aquella bella imagen que ella deseó inmortalizar.

viernes, 27 de abril de 2012

Hoy la Tierra es plana

Acabo de darme cuenta de que ya no me duele ni me afecta tu ausencia. Casi agradezco su silencio: No hay nada que turbe la quietud de este mar, pues todo ha caído ya más allá del horizonte. Ya no queda nada que pueda arrastrar la corriente, no hay llanto que llore en la noche, no hay lágrimas ondulen la lisa superficie verde marina. Sólo yo, en el medio de todo, en el centro de nada.

sábado, 21 de abril de 2012

II.

Una mujer bailaba desnuda en un cuadro de la pared, sonriendo a quien pasara.
De repente, las luces se apagaron y las cortinas descubrieron las ventanas.
El suelo se cubrió de hojas caídas y la bañera se llenó de flores secas.
El cuadro se quedó vacío, sólo el viento jugaba en la casa.

Céfiro

Despertó con el olor de las hojas muertas y del barro. Tenía tierra entre las uñas, semillas enredadas en su pelo y frío en los huesos. Las rocas se perdían a su espalda según avanzaba entre los árboles. Apartaba con las manos las ramas que colgaban del cielo, con cariño, abriéndose camino hasta la cima. Escaló las rocas cubiertas de musgo y allí permaneció, observando aquel océano escarlata, ocre, alazán y jade que bailaba ante sus ojos.
Y por última vez inspiró, llenando los pulmones de la brisa caduca de la alborada antes de disolverse en el viento. Y voló, como motas de polvo. Voló junto a las semillas que antes anidaban en su pelo, haciendo círculos en el cielo hasta hundirse en el mar escarlata, ocre, alazán y jade y germinar con ellas en la tierra.



sábado, 24 de marzo de 2012

I.

Terminó descubriendo nuevos sabores en el café cuando éste se quedaba frío. Desde entonces, esperaba a que el calor escapara de la taza antes de beberlo.


Armonía

Y aquel año me casé con el invierno. Siempre me había gustado arroparme bajo gruesas mantas de colores, me sentía protegida, me sentía tranquila.
Me encantaba pasar las noches con él, leyendo frente a la chimenea mientras me abrazaba y me contemplaba. En ocasiones me traía una taza de chocolate caliente, cuando veía mis labios demasiado azules. Y con chocolate en los suyos me besaba hasta que volvía el carmín a los míos.
Yo pintaba la casa con naranjas y verdes sobre aquel fondo blanco de nieve. Llenaba su silencio con mis discos de vinilo y volaban los acordes desde el dormitorio hasta la cocina. La luz del sol atravesaba los cristales de las ventanas, tiñendo la casa con la fresca esencia de los primeros meses de año.
Cuando añoraba el calor del sol sólo tenía que abrir aquella puerta de madera blanca y bajar los escalones de arcilla. Y allí estaba mi primavera, esperándome al igual que me esperaba el invierno en casa, aunque nunca lo reconociera.

lunes, 12 de marzo de 2012

Frío

No sé cuánto tiempo llevamos sentados al borde de la cama. Cada uno sentado en una esquina, porque no hay más cama para alejarnos. Las sábanas revueltas hace tiempo que se quedaron frías.
No sé cuánto tiempo llevamos callados. Yo me acaricio el pelo y mis pies barren la alfombra. Tú simplemente callas. Callas, callas y callas, como has estado haciendo todo este tiempo.
Yo sigo confundida. Sigo herida. Sigo sintiendo que si me levanto no volveré. No, porque tu silencio ya lo dice todo. Si fueras capaz de rebatir lo que hemos discutido ya lo habrías hecho. Simplemente espero, espero a que el sueño me venza y caiga inconsciente sobre las mantas para que, al despertar, despierte de una de mis peores pesadillas.

domingo, 11 de marzo de 2012

Tormenta

Cuando la situación nos desborda, cuando el aire se acaba y las olas te ahogan, ya nada te importa.
Quizás eso hace más fáciles los finales.
Quizás es porque, al perder la conciencia, no llegas a verlos del todo.

domingo, 4 de marzo de 2012

Quererse sin palabras

Sé, por esa comprensión nuestra que no necesita de palabras ni oídos, que no me dirás te quiero. Es extraño, pero yo tampoco lo haré. Rompiste los esquemas prestablecidos. Desviaste mi norte con tu campo magnético. 
Alguien me dijo que cuando necesitemos conjugarnos para demostrar nuestro amor será porque éste ya no existe. Será porque necesitamos llenar el vacío del corazón con palabras, para así no ver lo vano de los sentimientos. 
Podría ser un mentirnos, una despedida para siempre... O podría ser otro cambio de rumbo. Quién sabe lo que las estrellas conjuran para el futuro. Sólo sé que te quiero de esa manera en la que nos queremos, y que tus labios sellados son delatados por tus besos, por cómo me acaricias la mejilla, por cómo me sostienes y por cómo orbitamos el uno en torno al otro, atraídos por las cargas opuestas que llevamos en nuestros cuerpos. 
Dos imanes que no huyen de sus diferencias, sino que incluso llegan a amarlas. Sin miedo al peligro de derrumbe que me acorralaba entonces. 



"peligro derrumbamiento - enamorarse es genial"

Gracias a Wanderer por su texto y sus siempre increíbles palabras: Tormentas de tinta y papel: Quererse sin palabras.

domingo, 19 de febrero de 2012

Metamorfosis

Encima de una colina hay una casa sin tejado. Sólo cuatro paredes y un molino de agua en una de ellas. Una mujer se levanta del sofá rojo. Tiene el pelo oscuro recogido en un moño y el flequillo le cubre la frente. Sus perfilados ojos examinan el lugar. Avanza, coge la regadera y moja el suelo, donde crece la hierba. Las enredaderas comienzan a crecen por las paredes hasta que llegan a donde debería estar el techo y se pierden por el otro lado. En cuanto el agua las toca, las flores nacen y se abren y los tallos bailan.
El pájaro amarillo aguarda en su media jaula. El viento sopla y eleva una de las gotas de agua hasta él. El pequeño pájaro abre los ojos con sorpresa y empieza a crecer, estirando las alas mientras se hacen grandes. Las plumas se cambian de color y se vuelven marrones. Llenando sus pulmones con energía, aletea y sale de la media jaula. Da una última vuelta a la habitación hasta escapar por encima de las paredes de verdes enredaderas.
La mujer deja de regar. Mira hacia el cielo viendo al águila salir de la habitación. Se acerca a la ventana de sucios cristales para observar cómo el animal vuela hacia las montañas.
A lo lejos, por el camino de tierra, un caballo tira de un carro vacío.

lunes, 6 de febrero de 2012

Consumida

Se levantaba sin energías. El despertador insistía, ¿pero acaso había dormido? La ducha no la sentía, el café no la sacudía.
Con las ojeras derretidas, sus pómulos hundidos y la piel abatida, sus ojos apagados miraban la concurrida autopista. De madrugada en la carretera, soñaba con volar lejos y dejar atrás los coches y las vidas con las que se cruzaba en aquella atascada rutina.

Se enredaba ahora con las palabras 
tal y como ocurría en los cuentos que de pequeña leía.

jueves, 2 de febrero de 2012

Espejo

Encerrada en las noches, llevo días buscándome desde que me golpeé con tu reflejo. Ahora, estatua de cristal, revelo sólo lo mismo que veo ante mis ojos vidriosos.

¿Me quieres? Te quiero.
¿Me olvidas? Te olvido (y me rompo)


Desvelo

La noche gruñía con voz de aire de tormenta y crujidos de árboles. Las afiladas hojas de los pinos golpeaban furiosas la ventana, envidiosas de hallarme resguardada. Pero allí, con el café ya frío entre las manos, la única luz que alcanzaba a ver era la fugaz y naciente luna entre nubes que la atravesaban a toda velocidad y, a lo lejos, brillantes farolas que parpadeaban amenazando con apagarse.
Despertando del letargo de mi hipnótico miedo, me bebí de un trago aquel líquido frío y volví la mirada a las hojas que mis manos manchadas de tinta aplanaban antes de continuar escribiendo. Y así, la inquietante noche que me envolvía se transformó en una pesadilla para mis personajes de ficción, y no pude evitar preguntarme si mi historia también estaría siendo escrita en ese momento y qué dirían para justificar mi desvelo.

martes, 31 de enero de 2012

Pies de viajero

Recuerdo... un amanecer en la cima de un acantilado. Las olas chocando contra sus afiladas paredes. Y frente a mí, en la lejanía, la desembocadura de un río cortando en dos una hermosa playa desierta rodeada de bosque salvaje. Recuerdo la suave temperatura y la húmeda brisa de la mañana con olor a sal. Y yo, con el agua del aire calada hasta los huesos, me senté en un tronco torcido contemplando aquel furtivo y exótico paisaje y descansando los pies de viajero.


Ruta Quetzal BBVA. 2008. Panamá-España.

domingo, 29 de enero de 2012

Sal y heridas

Cuidado.
Que el filo de tu aliento no me apuñale. Que el amor no es mejor ni mayor con heridas. 
Que entonces otros labios estarás besando aunque me beses. Y si me miras, encontrarás una mirada vacía. Y mi mano entre tus manos estará perdida. Y yo estaré en una playa donde llueve, el viento grita y yo me hundo para diluirme en agua marina.

sábado, 28 de enero de 2012

Contrataque

Él se quedó helado. Sus ojos... ya no desprendían calor. Toda dulzura había escapado de ellos. Todo en un escaso instante en el que ella se transformó con leves pero aterradores cambios. Su postura, antes relajada, era ahora felina. Sus hombros tensos y su cuerpo agazapado, listo para saltar. Para atacar. Bajo la fina tela que la tapaba, sus músculos se tensaron y su piel se erizó. Las negras pupilas se dilataron y afilaron, clavándose en las suyas como silenciosas dagas.
Y lo olió. Olió su propio asombro y su inquietud. Pero también olió la furia y la fuerza que emanaba de ella. Toda ella, como una bestia salvaje. El aspecto de la muerte antes de arrancarte la vida.
Paralizado, el tiempo voló y escapó como un suspiro. Y los escasos instantes en los que ella lo taladró con su amenazadora mirada acabaron tan rápidamente como empezaron. Con un último gesto donde todas las señales de peligro se acentuaron, ella se fue, dejándolo solo.
Pero dejó allí aquel olor a sangre, arrobo y amenaza. Su huella parecía hablarle en aquel frío y cortante silencio: Ni lo intentes. No pienses siquiera en hacerme daño o no dudaré en defenderme. La imagen de chica llena de bondad que él conocía le parecía imposible, imposible que viviera en el mismo cuerpo de aquella letal criatura.

lunes, 23 de enero de 2012

Secretos y rutinas

La primera vez que la vio a través de la ventana fue casualidad. Nunca se había fijado en sus vecinos, nada le llamaba especialmente la atención y agotaba las horas hasta que morían. Pero una noche de final de verano, mientras paseaba dando patadas a las piedrecitas de la acera, alzó la mirada hacia la última casa de la calle y la vio. Se estaba recogiendo el pelo en una coleta alta que hacía que su cabello cayera como una cascada sobre su espalda. Llevaba una camiseta gastada y grande, era todo lo que podía ver a través de la ventana. Se quedó allí, observando cómo ella paseaba por el cuarto iluminado recogiendo cosas y devolviéndolas a su lugar hasta que apagó la luz. Él permaneció allí durante unos minutos, y su paciencia fue recompensada. La chica volvió, sin encender la luz, y se sentó al borde de su ventana, con una taza entre las manos y un cuaderno sobre las rodillas. La observó escribir y beber mientras la nubecilla de humo que salía de la taza bailaba a su alrededor. No supo cuanto tiempo permaneció allí, de pie, hasta que la chica terminó la bebida, cerró el cuaderno y desapareció en las profundidades de su cuarto. Esa fue la primera vez que la vio. Volvió cada tarde para ver cómo el ocaso se consumía a través de aquella ventana, soñando que un día ella le vería y bajaría. Soñando que podría decirle cuánto le fascinaba.

Meses más tarde, como cada noche, acudió a la esquina de la calle y la vio aparecer de nuevo. Volvía a recogerse el pelo en una coleta y volvía a vestir ropas viejas y holgadas. Sin embargo, aquella noche no cogió su cuaderno ni la taza caliente. Aquella noche, la chica apoyó la palma de su mano en el cristal de la ventana y miró a lo lejos. Su mirada parecía cansada y observaba a la luna, apenada. Aquella noche, él sintió que observaba a otra luna tan inalcanzable como la que brillaba entre estrellas.

sábado, 14 de enero de 2012

Ocaso

Una tímida melodía nació en el crepúsculo. Él la escuchó nacer y decidió verla crecer.
Recorrió el pasillo de aquella mansión vacía y subió las largas y onduladas escaleras hasta el segundo piso. En la habitación más grande, también vacía, estaba el piano. El único mueble que quedaba en la vieja mansión. Y ella, inclinada sobre el mismo, lo acariciaba con suavidad. Los rayos del sol se colaban por los cristales vistiendo la sala de cobre, la madera con fuego y los cabellos de ella de oro viejo.
Vestía un traje blanco de época, de larga y abultada falda, cintura ceñida y amplias mangas que caían desde sus hombros en una cascada de encaje. Su piel pálida se encendía con la luz y el piano reflejaba su figura. Miraba sin ver las negras y blancas teclas, con la cabeza inclinada hacia ellas. Parecía estar susurrándole en una conversación que sólo ellos dos podían comprender. Sin embargo, el aire inundado por la suave música sabía a melancolía y olía a un amor tan puro que, cuando él lo inhaló, se sintió cohibido.
Creyendo que había invadido la más privada de las intimidades, se alejó de aquella habitación, dejando a la joven despedirse de su piano para siempre.

sábado, 7 de enero de 2012

Plata

Y andando sobre los agujeros de la noche, pisando la oscuridad con cuidado para no caerme en uno de ellos, te uniste a mi camino. Y sin apenas ser consciente de ello, los días pasaron. Las horas se tornaron en semanas y sin darnos cuenta habían pasado meses. Y en el camino nos hicimos mayores. Yo dejé de lamentarme por lo pasado, tú me descubriste un futuro.
Y crecí y crecí y crecí hasta que me di cuenta de cuánto había crecido. Crecí yo sola y crecí contigo. Crecí tanto que ya no me caía en los agujeros de la noche al pisarlos. Tanto que, allí, bajo esa luna de plata, me vi al lado de un hombre que un día fue el niño con el que compartí miedos e ilusiones. Y me devolviste la fe en mi misma, me tapaste las heridas y ya no echaron sangre.

domingo, 1 de enero de 2012

Luna, ven a mí

Una vieja foto desgastada y quemada era proyectada contra la pared. Y allí estaba ella, diez años atrás. Tenía las mismas ojeras y los mismos ojos inquietos que apenas dormían para beber del mundo. Y sus manitas sucias agarraban la arena del suelo, aferrándose a la tierra y la hierba.
Mirando aquella imagen fue consciente de que era igual que aquella chiquilla, quizás algo menos inocente, quizás algo más sabia. Pero seguía siendo como aquella chica famélica que parecía una niña de la calle, una niña del bosque, corriendo entre las raíces.
Y se miraba ahora al espejo, con las mismas ojeras y sus manos imperfectas y descuidadas. Con ojos insatisfechos a pesar de que, si lo pensaba, lo tenía todo. Y allí lo veía claro: tenía dos vidas, la que le ofrecía su reflejo, la que desde que era pequeña le vendieron como perfecta, la que llevaba años labrando y de la que comenzaba a ver los primeros frutos de su sudor y esfuerzo; y la otra vida, la que se escapaba por la ventana. La que se ocultaba bajo el marrón de sus iris y que se encendía alazán con el fuego del sol. La que le seducía con abandonarlo todo, porque lo que tiene ahora no es lo que desea, lo que necesita. La que le suplicaba que se arrancase las botas de los pies y salir corriendo descalza por la tierra hasta llegar allí donde nadie la conociera. Allí donde pudiera quitarse sus ropas compradas con dinero y vestirse con lo que encuentre. Allí donde sea una más, un granito más de la arena que pisa. Allí donde encuentre la felicidad en los rostros ajenos. Allí donde encuentre paz, unidad y a su muerte, sienta que hizo lo correcto, que su tiempo en la Tierra no fue gastado únicamente para su propio bienestar.

A veces se sentía tan egoísta que sólo cabía la aversión en ella. 
Aversión e injusticia infinita por no agarrar la ventana y saltar por ella.