lunes, 3 de septiembre de 2012

Quimera

A través de la fotografía, la observaba desde lo alto. Los lunares de sus hombros formaban pequeñas constelaciones de estrellas en su piel morena. Sus ojos canelas eran surcados por espesas pestañas negras como nubes que rozan dos lunas. Sus delgadas orejas casi eran tapadas por los mechones de cabello que navegaban por su espalda descubierta. Su cabello, sus ojos y su piel se iluminaban con la luz de aquel instante del pasado. 
Las manos del joven sostenían aquella vieja fotografía, y sus ojos, tan distintos de los de aquella mujer, recorrían cada detalle. Había algo, pensaba. Aquella mujer tenía algo que no era capaz de llegar a comprender. Y, aunque se lamentaba con la certeza de que nunca llegaría a averiguarlo, bebía de cada una de las miradas que compartían. Pasaba las horas encerrado en su cuarto sintiendo como anidaban mariposas en su estómago cuando ella le miraba como nunca nadie lo había hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario