sábado, 28 de enero de 2012

Contrataque

Él se quedó helado. Sus ojos... ya no desprendían calor. Toda dulzura había escapado de ellos. Todo en un escaso instante en el que ella se transformó con leves pero aterradores cambios. Su postura, antes relajada, era ahora felina. Sus hombros tensos y su cuerpo agazapado, listo para saltar. Para atacar. Bajo la fina tela que la tapaba, sus músculos se tensaron y su piel se erizó. Las negras pupilas se dilataron y afilaron, clavándose en las suyas como silenciosas dagas.
Y lo olió. Olió su propio asombro y su inquietud. Pero también olió la furia y la fuerza que emanaba de ella. Toda ella, como una bestia salvaje. El aspecto de la muerte antes de arrancarte la vida.
Paralizado, el tiempo voló y escapó como un suspiro. Y los escasos instantes en los que ella lo taladró con su amenazadora mirada acabaron tan rápidamente como empezaron. Con un último gesto donde todas las señales de peligro se acentuaron, ella se fue, dejándolo solo.
Pero dejó allí aquel olor a sangre, arrobo y amenaza. Su huella parecía hablarle en aquel frío y cortante silencio: Ni lo intentes. No pienses siquiera en hacerme daño o no dudaré en defenderme. La imagen de chica llena de bondad que él conocía le parecía imposible, imposible que viviera en el mismo cuerpo de aquella letal criatura.

1 comentario:

  1. Ahora me relaja estos ratitos en que te leo.
    Me gusta la 'bestia salvaje'que conozco tan llena de bondad....

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