domingo, 18 de noviembre de 2012

Al cerrar los ojos

A veces lo necesito, lo busco. Me alejo de las personas y me aíslo en un rincón silencioso, sin voces y sin huellas. Y al cerrar los ojos me encuentro en la cima de un faro de grande cristalera, blanco, y con un tejado morado como cielo de un día que muere sobre el océano.
Y allí me encuentro, completamente sola, inspirando con lentitud el olor a sal. Escuchando el arrullo del agua que me canta y contemplando la trayectoria del sol y de las estrellas.
Pero cada vez que voy a ese faro la luz está apagada. Es lo que más agradezco de aquel lugar. Es el faro apagado, la apagada necesidad. 
Es la tranquila soledad.

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