martes, 12 de junio de 2012

Nuestra propia Roma

A veces un imperio no cae 
a manos de invasores enmascarados
 que escalan sus murallas 
o a causa de fuegos que se extienden 
o de inundaciones crecientes. 
A veces se muere por dentro.

Y así murió nuestro propio Imperio: no hubo guerra, no hubo inundaciones ni llamas que nos quemaran vivos mientras todavía perdurábamos. 
Nos moríamos poco a poco de hambre, marcando más y más las costillas contra la pálida piel. Nos apretábamos el cinturón para sostener las apariencias. Nos engañamos insistiendo en que nuestra enfermedad no nos roía los huesos, pero en realidad nos consumimos con el tiempo, con cada respirar. 
Fue la inestabilidad de nuestro gobierno, nada de presión externa, sino el descontento del pueblo.
Fueron siglos de debilidad y agonía, o eso me lo parecieron.
Fue la caída de nuestro Imperio Romano.

1 comentario:

  1. Cada que vez que lo he leído me impresiona más.
    Casi me hace llorar .. y reir al comprobar la honestidad y fortaleza mostrada en la caída

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