lunes, 15 de octubre de 2012

Verde podrido


Caminaba por la calle atravesando la noche y a las personas, como un ánima. Nada le llamaba la atención a su alrededor, ya no. Caminaba mirando al suelo gris.
De repente se detuvo, el camino se había acabado. Miró por primera vez para saber dónde estaba. Estaba en la cima de una pequeña colina. Frente a ella se extendía ante su mirada una inmensa llanura llena de cosas: las casas donde había vivido y la casa donde aún vivía; las personas con las que había estado y aquellas a las que todavía veía; los lugares donde había estudiado y donde aún estudiaba; también estaban los caminos que había recorrido, pero no conseguía ver el que tenía que recorrer, o no quería verlo.
Volvió sobre sus pasos y deshizo el camino caminado. La gente la miraba y ella les devolvía una mirada cargada –cargada de cansancio y apatía- con aquellos ojos que antes eran marrones y ahora eran verdes oscuros, como podridos, como una planta a quien alguien ha regado demasiado con lágrimas.

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