Con las ojeras derretidas, sus pómulos hundidos y la piel abatida, sus ojos apagados miraban la concurrida autopista. De madrugada en la carretera, soñaba con volar lejos y dejar atrás los coches y las vidas con las que se cruzaba en aquella atascada rutina.
Se enredaba ahora con las palabras
tal y como ocurría en los cuentos que de pequeña leía.
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