miércoles, 7 de diciembre de 2011

Marea

Camina sin prisas por la orilla de la playa desierta, con las botas colgando de sus dedos con un rítmico balanceo. Aun estando en diciembre, prefiere hundir sus pies descalzos en el agua marina.
El suave ir y venir, el arrullo de las olas y el cielo despejado calman la tempestad de su corazón.
Sale del agua y camina para observar historias de amor ajenas dibujadas en la arena de la playa. Se gira para presenciar la lenta caída del sol por el horizonte hasta ser tragado por el mar y, cuando el cielo se torna negro y lo decoran multitud de puntos blancos y parpadeantes, el agua del mar vuelve a alcanzar sus pies fríos, borrando las promesas de amor eterno que se hallaban a su alrededor.

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